jueves, 24 de agosto de 2017

Un nido de víboras, Un covo di vipere, Andrea Camilleri

Resultado de imagen de un nido de viboras camilleriAsí acaba el verano, con un libro familiar, como si me encontrase en casa, vamos. Ese placer de reconocer a los personajes, de ser en ellos y darles la bienvenida a pesar del tiempo que transcurre es maravilloso. Montalbano es como un hermano mayor, 58 en esta novela, es un personaje tan arquetípico, tan reconocible, la estructura de la novela es tan idéntica en todas sus entregas: conflicto o sueño, comisaría, suceso, trattoria, comida, casa y Adelina con sus comidas, el mar, transcurso del conflicto, Livia, mujer fatal que intenta desviar la intención, resolución del conflicto y justicia personalísima. Es todo tan reconocible, tan obvio para los amigos, la trama tan previsible, que el mayordomo ya no es importante, da igual que sea o no el asesino, importa pasar un buen rato con un amigo.


Y esa es la grandeza de Camilleri, su oficio, escribe profesionalmente y lo hace fácil porque no ha de inventarse nada, tal vez el conflicto, en este caso las relaciones tortuosas paterno filiales, por decirlo de algún modo, porque el personaje está vivo y, por lo tanto, es menos contradictorio que si fuera un personaje literario. Me explico: los personajes literarios viven conflictos, contradicciones y devenires extraños al hombre corriente que, en el mejor de los casos, hace su faena pensando en el fútbol, come pensando en el fútbol y ve el fútbol, si no se duerme antes, cara a la televisión; dice que folla, pero no es cierto, piensa en el fútbol y, al fin, muere cabreado porque su equipo no ha ganado la copa (os dejo sustituir fútbol por cualquier otra gran pasión: películas de vaqueros, porno, básket, running o lo que os dé la real gana); sin embargo el personaje literario es un constructo, una ficción que es dotada de multitud de perspectivas y enriquecimientos psicológicos que lo hacen atractivo y complejo. Montalbano no ve la televisión, pero después de una treintena de libros está más que trabajado, más que perfilado y no necesita tener un pensamiento demasiado complejo, debe ser reconocible.

Casi todas las noches de su vida las pasaba solo, iba a comer solo y paseaba solo. No tenía ningún amigo con el que hablar de sus cosas, al que pedir consejo, con el que confesarse...
En su día eso le había gustado. La soledad le daba sensación de libertad. PEro ahora, en los ultimísimos tiempos empezaba a pesarle.

Montalbano es un hombre, es decir, es un hombre que no renuncia a serlo, que no vive su masculinidad con la culpabilidad moderna, son los tiempos, pero es capaz de entender, de descubrir y denunciar aquello que nos ensucia como hombres. Piensa, creo, que esa masculinidad ha de ser un constructo masculino, ha de partir de nuestra reflexión, no de otros sectores que la desvirtúan. Y aquí es donde precisamente denuncia la explotación de la mujer, y en este libro, el maltrato que se ha convertido en una lacra en Italia y en el mundo.

-¿Una mujer?
-No, un hombre. ¿Por qué has pensado que la víctima podía ser una mujer?
-Porque en Italia está de moda matar a las mujeres. ¿Lo sabías?

En fin, fiel hasta que desaparezcamos alguno de los dos. La tenemos en Salamadra, como el resto de su obra. Datos de interés.

Nº de páginas: 224 págs.
Encuadernación: Tapa blanda
Editorial: S.A.) SALAMANDRA (PUBLICACIONES Y EDICIONES SALAMANDRA
Lengua: CASTELLANO
ISBN: 9788498387841
Con el paso de los años, las pesadillas que desvelan a Salvo Montalbano se han vuelto más sofisticadas y extrañas. En esta ocasión, el veterano policía cree encontrarse junto a Livia, semidesnudos, en una exuberante selva tropical. Pero no es una selva de verdad: los troncos y el follaje están pintados al óleo, y Livia y él se hallan dentro de un enorme cuadro de Henri Rousseau. Y cuando un trueno ensordecedor devuelve al comisario a la realidad, ésta se materializa con un vagabundo que busca refugio bajo el porche de su casa. Poco sospecha Montalbano que ese encuentro fortuito contiene un elemento clave de su próxima investigación, uno de los casos más turbios y difíciles de su carrera. Esa misma mañana aparecerá muerto el contable Barletta, con señales inequívocas de violencia. Al igual que la falsa jungla del sueño, el muerto no es lo que parecía. Lejos del tranquilo gestor jubilado que simulaba ser, Barletta se revela como un personaje de mil caras, a cuál más sorprendente e inesperada: un hombre de negocios implacable, un verdadero malabarista de la extorsión y el chantaje, y al mismo tiempo un padre de familia hipócrita y desalmado. A pesar de los numerosos casos a los que se ha enfrentado en su brillante carrera, Montalbano comprueba, una vez más, que el ser humano —con sus pasiones, sus deseos, sus debilidades— no deja de ser un misterio insondable.

En esta vigesimoquinta obra de la serie, Andrea Camilleri logra superarse y se afianza como maestro de la novela negra contemporánea. Los lectores podrán disfrutar una vez más del singular sentido del humor del comisario Montalbano, un personaje que perdurará como ejemplo perfecto del savoir-vivremediterráneo.

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