martes, 5 de septiembre de 2017

Cáscara de nuez, Nutshell, Ian McEwan



Resultado de imagen de cáscara de nuezEl verano no solo es propicio para leer novelas de entretenimiento que te permitan un encefalograma plano, el verano también es una época para disfrutar leyendo buenas novelas. Ya sabemos que ante la presión mediática se hace muy difícil la selección de qué leer o qué no leer, eso es así, por eso siempre voy con pies de plomo temiéndome lo peor. Sin embargo, lo he comentado en alguna ocasión, también hay novelistas que se caracterizan por su seguridad, es decir, que te brindan un lugar a donde ir sin más temores que los propios de la novedad; uno de esos novelistas en Ian McEwan.


En este blog ha aparecido más de una vez el autor y os he hablado de sus novelas conforme iban saliendo y yo leyéndolas. El autor se caracteriza por un dominio importante de la técnica narrativa y por la búsqueda de una voz propia que alumbre la ficción de una manera personal. No siempre es posible, una voz personal es algo complejo ya que existe siempre la tentación de escribir para el público, para crear una obra dentro de los parámetros de lo esperado. Así la novela se convierte en mercancía, en pura artesanía, si me permitís la expresión; es algo así como cuando vamos a Santillana del Mar y entramos en una tienda de suvenires, todo es muy bonito, pero está hecho en serie para que todos tengamos la posibilidad de encontrarnos con la ilusión del arte; sin embargo después vamos, no sé, a su claustro, y vemos algo irrepetible, que posee un aura de ser único, de permanecer con el paso del tiempo con una fuerza interior que irradia belleza en cada rincón. Igual no es buen ejemplo, no importa, lo que os quiero decir es que escribir series está bien, entro a comprar suvenires y me gustan, pero ante el claustro me quedo en silencio, contemplo la belleza y me lleno de buen rollo. Así es la verdadera literatura: arte, belleza y posibilidad de disfrutar de la belleza que emana.

La novela trabaja la perspectiva narradora de una manera inteligente. El modo primera persona, tan de moda hoy en día, se reformula y diferencia claramente al narrador que cede el discurso a un personaje que en realidad no lo es, me explico, la novedad radica en que quien cuenta la historia es un personaje a medio hacer, un no nato que piensa desde el vientre de su madre “Así que aquí estoy, cabeza abajo dentro de una mujer”. En otros discursos hemos visto que habla, por ejemplo, el falo, pero el falo es una parte del personaje alienado por las razones que sean, aquí no, aquí el discurso lo elabora, obviamente el narrador, pero cede su ímpetu a este feto que filosofa, que piensa sobre la vida y la muerte o sobre el devenir del mundo, dando un carácter novedoso a la escritura.

En realidad se trata de una novela policiaca, una novela en que se quiere perpetrar un crimen y hay un testigo que asiste mudo a la construcción de la trama. Pero aunque es un personaje mudo, no participa, sí que nos habla y nos hace partícipes de lo que, supuestamente ocurre. Esta parte de la ficción me encanta porque a través de esta técnica el autor nos dice que lo que acontece en una novela es eso, ficcional, tanto que o bien es recreado por el autor como narrador y se nos presentan unos hechos que vamos conociendo en tensión y a la espera de resolución de conflicto, o bien los hechos no son más que proyecciones ilusorias del lector, en este caso del espectador ciego que es el feto. Así la historia es una circunstancia que, en cualquier caso, es inventada, percibida o mostrada como reflejo, pero, en realidad ¿qué ocurre realmente? El lector siempre hace este trabajo de proyección, aquí lo hace el feto que ve lo que no ve.

Estar encerrado en una cáscara de nuez, ver el mundo en cinco centímetros de marfil, en un grano de arena. ¿Por qué no, si toda la literatura, todo el arte, todo el esfuerzo humano, no es más que una mota en el universo de las cosas posibles? E incluso este universo puede ser una mota en una multitud de universos reales y posibles.

Por lo demás, muestro mis debilidades, es una novela corta y ese hecho la potencia porque la hace digerible, amena y bien resuelta. La tenemos en Anagrama y aquí os dejo datos de interés.


ISBN
978-84-339-7975-9
EAN
9788433979759
PVP SIN IVA
18,17 €
PVP CON IVA
18,90 €
NÚM. DE PÁGINAS
224
COLECCIÓN
CÓDIGO
PN 943
TRADUCCIÓN
Jaime Zulaika
PUBLICACIÓN
15/02/2017
Trudy mantiene una relación adúltera con Claude, hermano de su marido John. Éste, poeta y editor de poesía, es un soñador depresivo con tendencia a la obesidad cuyo matrimonio se está desintegrando. Claude es más pragmático y trabaja en negocios inmobiliarios. La pareja de amantes concibe un plan: asesinar a John envenenándolo. El motivo: una mansión georgiana valorada en unos ocho millones de libras que, si John muere, heredará Trudy.
Pero resulta que hay un testigo de esta maquinación criminal: el feto que Trudy lleva en sus entrañas. Y en una pirueta de triple salto mortal que parece imposible de sostener pero le sale redonda, McEwan convierte al feto –al que todavía no han puesto nombre porque no ha nacido– en el narrador de la novela, desde la primera página hasta la última.
Lo que sigue es una mezcla genial de comedia negra, trama detectivesca y astuta reescritura intrauterina de un gran clásico, por cuyas páginas asoman también una joven poetisa amante de John y una bregada inspectora de policía. Pero además de observar desde primera fila los preparativos del asesinato de su padre a manos de su madre, el feto filosofa sobre el mundo y la vida, lanza preguntas incómodas y se lo cuestiona todo, mientras las copas de vino –y alguna bebida de más graduación– que bebe su madre tienen efectos mareantes sobre él.
Jugando con un narrador inaudito, Ian McEwan plantea un audaz experimento literario que es un auténtico tour de force sólo al alcance de un escritor superdotado. Y el resultado es una novela redonda que avanza con el palpitante ritmo de un thriller, trufada del mejor humor británico.
«Una narración vigorizante y genial... Un ejercicio en la cuerda floja de alto riesgo brillantemente ejecutado» (Frances Wilson, Times Literary Supplement).
«Una pirueta creativa resuelta con brillantez. Ingeniosa y sutilmente trágica, es una novela breve hechizante» (Hephzibah Anderson, Mail on Sunday).
«El mundo literario actual rara vez distingue con medallas de oro a las comedias, pero ésta –ágil, musculada, veloz– no hay que perdérsela» (Claire Lowdon, Sunday Times).
«Muy divertida... Esta novela ferozmente inteligente ofrece mucho más de lo que a primera vista parece» (Robert Douglas-Fairhurst, The Times).
«Compacta y cautivadora, con una trama genial» (Siddhartha Mukherjee, The New York Times Book Review).
«Ingeniosa y profunda, una novela breve que atrapa» (Vanessa Berridge, The Daily Express).
«Una obra maestra. Reúne todo lo que McEwan ha aprendido y sabe sobre su oficio» (Kate Clanchy, The Guardian).
«Cargada de humor y teñida de suspense. Una joya» (Publishers Weekly).
«Una novela inteligente, divertida y absolutamente cautivadora... Un pequeño tour de force en el que McEwan despliega todas sus dotes narrativas» (Michiko Kakutani, The New York Times).

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