sábado, 28 de octubre de 2017

El monarca de las sombras, Javier Cercas



Resultado de imagen de el monarca de las sombrasLa literatura que gusta está relacionada con la trama y la historia, por lo tanto; se busca una acción más o menos lineal de identificación y recreación que ayude al lector a cambiar o ampliar los horizontes vitales. Bueno, esto es verdad a medias, deberíamos decir que esto atañe más a la novela como narrativa de acontecimientos y personajes, de reelaboración de lo real para convertirlo en una construcción veraz, más o menos. En el fondo lo que importa, de verdad que sí, es que haya anhelo de estilo, estética, si podemos llamarlo así, y que el lenguaje sea un instrumento e incluso un fin en sí mismo. Por eso la  novela evoluciona, pero en el fondo, cuenta una historia.

Con esto quiero decir que la técnica narrativa, aun sujeta a ciertas características que la hacen reconocible, es decir, sabemos que es novela el Ulises, la Regenta y Los pilares de la tierra, la concepción y el anhelo de estilo no es el mismo, claro, pero sabemos que son novelas. El libro que os traigo tiene una voluntad inequívoca de estilo. Javier Cercas ha encontrado una voz propia, nos guste más o menos, en el panorama de la literatura, que se enmarca dentro de una falsa objetividad, “los literatos pueden fantasear, pero yo no: a mí la fantasía me está vedada”, “Claro que si yo fuera un literato y esto fuera una ficción podría fantasear sobre lo ocurrido, estaría autorizado a hacerlo” que trasciende el relato periodístico y lo acerca mucho más a lo literario. No es Truman Capote, ni Norman Mailer, no, pero es una voz propia, cosa que agradezco, que nos ofrece un discurso inteligente que podemos, en el fondo, reconocer como ficcional, como novela.

comprendí que las novelas son como sueños o pesadillas que no se acaban nunca, sólo se transforman en otras pesadillas o sueños, y que yo había tenido la fortuna inverosímil de que al menos una de las mías acabara, porque aquél era el verdadero final de Soldados de Salamina.

La historia parte de los muertos y de la muerte, ahora os lo explico. Me parece brillante la dialéctica que plantea a partir, cierto o no muy de ficción, de la lectura de La Ilíada y la Odisea. Los que me habéis seguido estos años conocéis que he planteado en alguna ocasión el dilema de Aquiles, la muerte bella, kalos Thanatos, la juventud consagrada al destino trágico en vez de la vejez tranquila y virtuosa. Cercas lo plantea desde la perspectiva de La odisea como la monarquía de las sombras o de los muertos, el ser entre los que fueron, la hegemonía de la nada, de un recuerdo efímero, de una memoria frágil frente al destino menos trágico de Ulises de enfrentarse a la vejez y a la vida en matrimonio con el heroísmo del hombre. Parte de esta dialéctica, digo, para rescatar de la memoria el recuerdo del héroe familiar, Manolo Mesas, muerto en la batalla del Ebro, guerra civil, y que se convierte, en la historia familiar, en ese héroe reconstruido por la memoria y que gobierna las sombras de lo que fue. Es muy inteligente el planteamiento como el conflicto, porque, la tesis del autor lo corrobora, la única manera de devolverlo es contarlo, pero aquí entra la ficción como una bofetada, en realidad no lo escribe, lo reescribe parcialmente a través del recuerdo rastreable y conocido de la división a la que perteneció, no a partir de la certeza, incertidumbre real, de lo que fue. 

Por lo demás, desde el principio de mis pesquisas sobre la peripecia bélica de Manuel Mena yo era consciente de que en realidad no estaba buscando su rastro particular sino el rastro plural del Primer Tabor de Tiradores de Ifni, y de que eso y no más era lo que estaba encontrando: un rastro múltiple, vagaroso, un poco abstracto, imaginado y casi extinto.

Por eso especula, por eso escribe una doble historia: la historia de la recreación, su propia historia, el enfrentamiento al sí mismo, al Javier Cercas y la contradicción del pensamiento personal, izquierdas, frente al recuerdo familiar, derechas, intentando no hacerlo en términos tan simples, pero a mi modo de ver, cayendo en tópicos sobre la república y la guerra que sí son simplistas: no explica bien el concepto de legitimidad, o de buen gobierno, y dota a la república de una certeza discutida con cierta visceralidad que, en cualquier caso, no dota a la novela de objetividad sino de literatura.

Para entonces Ibahernando ya había ingresado de pleno en la ficción, en una inducida fantasía de desigualdad básica según la cual, mientras los campesinos sin tierra seguían siendo siervos, los campesinos con tierras se habían convertido en patricios y por tanto los intereses de unos y otros divergían sin remedio y su enfrentamiento resultaba inevitable; para entonces Ibahernando se había partido por la mitad…

pensé que para escribir un libro sobre Manuel Mena debía desdoblarme: debía contar por un lado una historia, la historia de Manuel Mena, y contarla igual que la contaría un historiador, con el desapego y la distancia y el escrúpulo de veracidad de un historiador, (…) y, por otro lado, debía contar no una historia sino la historia de una historia, es decir, la historia de cómo y por qué llegué a contar la historia de Manuel Mena a pesar de que no quería contarla ni asumirla 

Así aparece el conflicto como una redención, al menos lo ficciona así, como una necesidad de desprenderse de la culpa, una culpa heredada, de lo que se fue, como si no pudiéramos deshacernos de lo que fueron nuestros padres.

Muy sencillo: ahora comprendo que en Soldados de Salamina inventaste un héroe republicano para esconder que el héroe de tu familia era un franquista.

Pero el autor mantiene una honradez intelectual al entender su propio posicionamiento, entendiendo la distancia y la debilidad de la memoria, mas posicionándose con ese privilegio moral que entiendo tan discutible, pero entendiendo la debilidad de la memoria y la reconfiguración que sufre el recuerdo.

tampoco voy a ser tan frívolo y tan sinvergüenza como para juzgarlos ahora, ochenta años después de aquello, con la mentalidad y la comodidad de ahora y cuando ya conocemos el desastre que vino después...

Lo que ocurre a continuación es confuso y nuestro conocimiento de ello imperfecto, porque la memoria es todavía menos fiable que los documentos y lo que sabemos de las últimas horas de Manuel Mena depende, mucho más que de los documentos, de la memoria del asistente de Manuel Mena (o, mejor aún, de la memoria que el asistente de Manuel Mena legó a la madre y los hermanos de Manuel Mena y que la madre y los hermanos de Manuel Mena legaron a los sobrinos de Manuel Mena y que los sobrinos de Manuel Mena nos han legado a nosotros, tantas décadas después de ocurridos los hechos)

La novela te devora, es muy sencillo leerla, me cabreo porque pensaba que el filón Cercas se había agotado, pero no porque la memoria pueda confabularse hasta el infinito, sino porque su técnica de narrador ausente presente, equidistante, pero militante, con una redacción aséptica, pero llena de contraargumentos y dudas, la hace subjetiva y eso es lo que te engancha, no es novela histórica, mas es novela histórica, al menos de la memoria histórica, por eso trata el hecho histórico como objeto y comentario simultáneamente, como si pretendiera en un bucle infinito, explicar lo que ya ha explicado.

pero cabe también la posibilidad de que aquel retorno precipitado fuera una muestra más de las ingenuas pretensiones de independencia que todavía alimentaban algunos falangistas puros al principio de la guerra, obsesionados con la ambición de no ser engullidos por el omnívoro conglomerado franquista

La  podemos encontrar en Ramdom House. Aspectos de interés.

Nº de páginas: 288 págs.
Encuadernación: Tapa dura
Editorial: LITERATURA RANDOM HOUSE
Lengua: CASTELLANO
ISBN: 9788439732570

Esta es la novela que Javier Cercas se había estado preparando para escribir desde que quiso ser novelista.
O desde antes.
El monarca de las sombras narra la búsqueda del rastro perdido de un muchacho casi anónimo que peleó por una causa injusta y murió en el lado equivocado de la historia. Se llamaba Manuel Mena y en 1936, al estallar la guerra civil, se incorporó al ejército de Franco; dos años después murió combatiendo en la batalla del Ebro, y durante décadas se convirtió en el héroe oficial de su familia. Era tío abuelo de Javier Cercas, quien siempre se negó a indagar en su historia, hasta que se sintió obligado a hacerlo.
El resultado de esa indagación es una novela absorbente, pletórica de acción, de humor y de emoción, que nos enfrenta a algunos de los temas esenciales de la narrativa de Cercas: la naturaleza radiante, poliédrica y misteriosa del heroísmo, la terca pervivencia de los muertos y la dificultad de hacerse cargo del pasado más incómodo.
Exploración a la vez local y universal, personal y colectiva, novela belicosamente antibelicista, El monarca de las sombras da una vuelta de tuerca inesperada y deslumbrante a la pregunta sobre la herencia de la guerra que Cercas abrió años atrás con Soldados de Salamina.

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